viernes, 3 de febrero de 2012

ERA TARDE PARA SU COSTUMBRE



Yo sé que tu amor, para conmigo, es errático, vagabundo, ambulante, sin domicilio ni objetivo cierto; que todo es lo mismo pero no todo igual.

Menuda hostia de realidad me ha dado el celuloide de los ochenta, menuda llantina patética, menudo espejo de mala leche, menuda sinceridad de mierda y menuda afirmación en lo cierto. Menudo cabreo sobre mojado, menudo mojado sobre la lluvia, menuda lluvia la que he largado.

Quiero potar miles de cosas y decir verdades como puños. Quiero dar las mismas hostias que el celuloide me acaba de dar, para que te enteres. Pero me falta diccionario y me sobra miedo a que no lo entiendas.

Amor, yo apunto, pero no disparo, que después me sale caro, y total, para qué, si después no se entiende que yo no disparo para matar, ni siquiera para herir, yo disparo como quién grita, para que te des la vuelta, me mires con otros ojos y descubras que si fuera una pintura estaría pintado con azul cobalto, el color más caro, el color del cielo de Badajoz, el que Toto Estirado no podía comprar. Que de repente me mires, y mires con la certeza aplastante de que como yo hay 100, pero que realmente, como yo, exactamente como yo, solo existe el que se pinta con azul cobalto.



"Era tarde para su costumbre, pero al abrir las contraventanas aún pensé que pudiera estar dormido. Me chocó su postura, sinceramente, porque Mario solía dormir de lado y con las piernas  encogidas, que le sobraba la mitad de la cama, de larga, claro, que de ancha, a mi cohibida".

"Cinco horas con Mario". Miguel Delibes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario